«¡Dios mío, qué tarde voy a llegar!», susurraba un gran conejo blanco –de ojos rosados que vestía chaleco–, mientras miraba su reloj de… — «¡Dios mío, qué tarde voy a llegar!», susurraba un gran conejo blanco –de ojos rosados que vestía chaleco–, mientras miraba su reloj de bolsillo. Alicia –que estaba sentada y aburrida bajo la sombra de un árbol–, sintió mucha curiosidad, porque no es normal que los conejos hablen y menos que…